lunes, 26 de marzo de 2012

Sergi's return

Pues sí, a lo tonto han pasado casi dos años desde mi última entrada en el blog, cómo puede ser posible... No he comido desde entonces... SIIIIIIIIÍ, pero la verdad, es que (ejque) este pequeño proyecto lo empecé con mucho entusiasmo y con mucho tiempo, ahora tengo menos tiempo, y el entusiasmo no es el mismo... soy una fashion victim más y he terminado yendo al nutricionista (como diría Pecci: santinízate y no te resistas), no porque lo necesitara (que seamos sinceros me ha venido de p.m.), sino porque quería cuidarme más, y claro... ahora cocinar en plan gourmet se hace más complicado. Pero aún así, tengo mis días libres para hacer mis experimentos grastronómicos, por supuesto que esto no se abandona. Sigo cocinando, no estoy a grelos, puerros y coles jaja y aunque esté a dieta, siempre es divertido darle un toque con especias a muchas cosas, mi especiero ha ido creciendo hasta tal punto que he empezado en plan Txumari a cultivar en mi terraza mis propios productos. La primera hornada será de fresas que espero poderlas compartir aquí con quien quiera verlas.

Así que en breve retomo las recetas y empiezo a subir unos cuantos post que tengo por ahí en la mente aparcados.

martes, 17 de agosto de 2010

El día que nos comimos a Jacobo



Os estaréis preguntando quién coño es Jacobo, pero sobre todo por qué nos lo comimos... Como se suele decir una imagen vale más que mil palabras así que os lo presento, este era Jacobo, Jacobo el resto del mundo, amén.


Sí es un bogavante, de cetárea, no he tenido el gusto de pescarlo, aunque ya me gustaría la verdad... porque ir a hacer pesca submarina y coger un par de elementos como este tiene que llenarte de orgullo y satisfacción como diría "JuanCar". El porqué de cetárea y no de pescadería espero que os lo imaginaréis, pero pueden ser 10 o 20 eurillos de diferencia.

La verdad es que esta entrada viene con mucho retraso, he andado muy vago, lo sé, pero espero que os guste.

A principios del mes de agosto, un fin de semana, Miguel Ángel (Cobi) y Fre -dos de los brigatos, vinieron a visitarme a mi exilio coruñés. Todo sea dicho se agradecen estas visitas por muchas razones que no me voy a poner a contar porque no vienen a cuento, esto es un blog de cocina al fin y al cabo y el que quiera saber qué es de mi vida ya sabe donde habito... Además, como Cobi está en tratamiento -mental, todo hay que decirlo, hay que re-españolizarlo, tanto tiempo en el desierto, aislado, rodeado de camellos... y de beduinas jajaja que me decidí a probar una receta un poco más elaborada que las que vengo realizando últimamente: un arroz con bogavante -más bien con Jacobo, el auténtico protagonista del día. Lo mejor es que tuve dos pinches por un día lo cual no viene mal... eso sí no le dejéis nunca a Cobi cuidar el arroz... solo los bienaventurados sabréis porqué y los que estuvimos allí (jaja).

Los ingredientes no son ni muy caros ni difíciles de encontrar así que ahí van: arroz bomba, un bogavante, pimiento verde, pimiento rojo, aceite de oliva, cebolla, ajo, sal gorda, azafrán, tomate natura, caldo de pescado y mucha paciencia.

Sí falta el caldo en la foto, era un tetrabrick del Mercadona y tomates, jaja que tuve que utilizar tomates cherry, menuda situación... Y el aceite de oliva, no no se puede estar en todo...

Para empezar cuando vas a la cetárea te dan unas indicaciones de cómo hervir el bogavante, todos o casi todos tenemos esa visión de alguna película donde se mete a la langosta o al bogavante en agua hirviendo y empieza a chillar, pues no, no chilla, pero la verdad es incómodo ver como se mueve en la cazuela... ¿A que sí Fre? jajaja. Se coge una cazuela grande se llena de agua y echamos sal gorda, e introducimos el bogavante en el agua.



A continuación se pone a hervir, veréis que poco a poco empieza a moverse, es mejor no mirar... Bien cuando rompa a hervir a partir de ahí hay que contar 25-30 minutos que son los que tardará en hacerse el bogavante.


El resultado es notorio, cambia de color como podréis ver (es un bogavante no un camaleón...). Supongo que estos chistes son los que te entran ganas de contar mientras cocinas, ahora entiendo a Karlos Arguiñano jajaja.

Sacamos el bogavante de la cazuela y guardamos el caldo de la cocción que nos servirá para hacer el arroz más adelante (se puede congelar para utilizarlo más adelante).


A continuación picamos media cebolla y un par de dientes de ajo.


Y lo rehogamos a fuego muy lento hasta que se poche la cebolla.

Mientras se pocha la cebolla y el ajo, vamos cortando un poco más de un cuarto de pimiento rojo y de pimiento verde.


A continuación añadimos el pimiento rojo y verde a la cazuela donde estamos pochando la cebolla y el ajo, y esperamos a que se poche todo a fuego lento.


Mientras podemos ir partiendo el bogavante para tenerlo listo, ya que una vez pochada la mezcla anterior hay que sofreirlo con la misma. La cabeza la cortamos por la mitad, le quitamos las pinzas y las partimos por las articulaciones, y la cola la cortamos en medallones al gusto (no demasiado gruesos ni delgados).

Una vez tengamos pochado la cebolla, ajo, pimiento verde y pimiento rojo, añadimos tomate natural, yo en este caso machaqué en el mortero unos tomates cherry pero también valdría cualquier variedad de tomates de las que se puede encontrar en cualquier mercado.



A continuación añadiremos el azafrán. Para ello cogemos un poco de papel albal, lo doblamos por la mitad para que tenga más grosor, ponemos el azafrán encima y suavemente con un mechero lo pasamos por debajo teniendo cuidado de que no se nos queme, solo debemos de tostarlo. Una vez esté listo lo añadimos a la cazuela.


Una vez hemos añadido el azafrán ya solo queda añadir a Jacobo, al que previamente seccionamos como podéis ver. Ahora rehogamos todo y añadimos el arroz para que se rehogue. Echamos un vaso pequeño de arroz por cada comensal.

Ya solo nos queda añadir el caldo. Nosotros hemos añadido caldo de la cocción del bogavante con el que compramos. La proporción es por cada vaso de arroz tres de caldo, nosotros echamos tres del caldo de marisco y uno del caldo de cocción de Jacobo.


A continuación, ya solo queda dejarlo a fuego lento y esperar que se vaya haciendo el arroz, que retiraremos del fuego en función de lo caldoso que queramos.

Como podéis ver es bastante sencillo y mucho más rápido de lo que parece. Eso sí un par de consejos: cuidado cuando esté hirviendo el bogavante... nosotros casi inundamos la cocina (jaja) y una vez servido el arroz haceos con unas pinzas para marisco o de las de los frutos secos para abrir las pinzas.

Nos hubiera gustado emplatarlo mejor, ponerlo bonito y muchas más cosas, pero lo siento se nos hizo algo tarde, la playa nos esperaba, y sobre todo ¡teníamos mucha hambre!

Una fotito para la posteridad... sigo esperando que vengáis el resto!!!

lunes, 14 de junio de 2010

JUAN PALOMO YO LO PESCO Y YO ME LO COMO!!!!

Venir a Galicia supuso un gran cambio en mi vida, en todos los sentidos, como bien sabéis los que me conocéis. Esta tierra ofrece tantas posibilidades, casi infinitas... que poco a poco te va enganchando, aunque no todo es tan bonito como muchas veces os lo pinto, he aprendido a guardar ciertas cosas, es el proceso de la madurez con unas gotas de soledad (más bien muchas...), esta es mi semana filosófica, será porque detrás de mi cabeza asoman los 33...

Este fin de semana estuve con unos amigos Julio -uno de mis primeros amigos en Coruña-, José -amiguete de Julio- y el "cuñado" -apelativo con el que se quedó y cuñado de José- pescando por primera vez en mi vida y en plena costa. Toda una experiencia que vuelvo a repetir en unos días en el barco de un buen amigo -toma ahíiiiiiiiii.

Me llevaron cerca del Faro de Mera, un lugar impresionante... sin comentarios, desde el que se puede ver Coruña, la Torre de Hércules, Ferrol, el propio Faro de Mera, simplemente si alguna vez os escapáis a estos lares debéis de verlo. Incluso hay fortificaciones de la Guerra Civil en plena costa, y un acantilado, llamado el "Seixo Blanco" que es una veta de piedra blanca que cruza todo el acantilado y que no tiene palabras, tenéis que verlo.

Tal vez lo más complicado fue acceder al lugar al que fuimos a pescar, pero mereció la pena, por el día que pasamos, por la pesca, por las vistas, y por compartir vivencias con gente nueva apasionada del mar, de la pesca, de su tierra...

Para los más escépticos e incrédulos pesqué 18 piezas, sí 18 lo estáis leyendo bien (y ni eran botas, zapatos ni otros enseres jeje), en mi primer día de pesca, lo llaman la suerte del principiante o del novato jeje, en el que aprendí todo lo básico: poner el cebo, aprender a lanzar la caña (o el plomo como dicen aquí, la caña siempre bien agarrada), a soltar las piezas del anzuelo, esto es importante porque devolví una de ellas al mar, en una segunda oportunidad que le brinda la vida a ese pequeñín -ya sabéis ¡Pequeñines no, gracias! Hay que dejarlos crecer- y que espero se convierta en un magnífico ejemplar que algún día pesque nuevamente, aunque eso es como encontrar una aguja en un pajar. Algo que suele pasar al pescar en un sitio así es que enganchas mucho el anzuelo o el plomo en las piedras y también tiene su historia que algún día os contaré si me acompañáis alguno. Entre las piezas que pesqué se encontraban peces con unos nombres muy pintorescos y poco acostumbrado a oírlos y verlos en la pescadería: doncellas, sargos, viejos, bicudas, fanecas y un merlón. En esta foto que os adjunto del tirón pesqué un sargo y lo que se ve asomar abajo una doncella.

La foto no tiene desperdicio jaja, después de un buen madrugón... pero como dice un dicho al que madruga Dios le ayuda.
Bien el sargo es la receta que os presento hoy. Es muy parecida a la lubina al estilo Benito, por no decir igual, cambiamos la lubina por el sargo, pescado riquísimo y esquisito.

Los ingredientes son fáciles y los tenemos en casa así que no haremos esquisiteces: zumo de limón, pimienta negra, sal gorda, patatas, cebolla, ajos, aceite de oliva y un sargo.

Se hace una base de patatas estilo panadero y cortamos cebolla también. Y lo ponemos en la bandeja donde lo cocinaremos (normalmente es recomendable freir las patatas pero la falta de tiempo y las ganas por probar el resultado de una jornada de pesca hicieron el resto).

El pescado es recomendable que esté abierto a la mitad para preparar este plato. Algunos os preguntaréis si limpié el pescado, pues no, no sé, y menos mal que la madre de Julio estuvo al quite y me facilitó la tarea ayer. Bien lo único que tuve que hacer fue abrirlo para poderlo cocinar, tarea mucho más fácil (gracias Julito por todo y a tu madre por echarme un cable).

A continuación ponemos el sargo sobre la base de patatas y cebolla que hemos preparado anteriormente. Pelamos un par de ajos y los sofreimos ligeramente para evitar que luego se quemen en el horno (lo digo por experiencia).

Una vez se doren los ajos, con el aceite todavía hirviendo los echamos sobre el pescado, cubriéndolo entero con aceite y ajos.

A continuación le añadimos pimienta negra con la ayuda de un molinillo de pimienta -el que tengo yo va incluido en el propio bote de pimienta, los inventos del hombre blanco.

Ya solo nos queda añadir el zumo de un limón que previamente habremos exprimido y estará listo para meterlo al horno.

Como siempre os digo sobre el tema de temperaturas y tiempos hay que mirarlo, aplicad las matemáticas, a mayor temperatura menos tiempo y más posibilidad de que quede demasiado seco, así que irlo vigilando, yo lo puse a 240ºC 5 minutos y luego lo bajé para que se fueran haciendo bien las patatas, pero como necesitan más tiempo, tuve que sacar el sargo y dejar que se terminaran las patatas, no siempre sale todo perfecto, es la virtud de ser imperfecto.

No dió para más, ni para foto saboreándolo ni nada, solo puedo decir que el pescado que uno pesca tiene un sabor totalmente distinto al que se compra en la pescadería. Supongo que el efecto placebo tiene mucho que ver, pero también el recuerdo de una exitosa mañana de pesca, una nueva experiencia en mi vida, el compartir con tus amigos una mañana tormentosa, unas risas mientras no paras de sacar una y otra vez peces, anécdotas, y tantos recuerdos que han quedado en mi retina, y en una rica colección de fotos y esta sabrosa comida que me ofreció el mar en la mañana de ayer, 13 de junio de 2010.

martes, 18 de mayo de 2010

SOLOMILLO DE CERDO A LA SAL

Parafraseando uno de los libros que todos (o casi todos) hemos leído bien por obligación, bien por devoción (mi caso no lo voy a contar...) y trasteando un poco ese inicio que todos sabemos recitar de memoria:

"Desde un lugar de la Mancha desde cuyo lugar, -en este caso, sí quiero acordarme..." el Maese Brigato Mayor de la Estepa Alcarreña (el Manu joder, ¡no os hagáis pajas mentales!) me diese a conocer otro manjar con el cual intentar una nueva hazaña, ¡¡no quemar el horno y no pasar hambre!!.

Como el título de esta entrada dicta, os presento una receta muy parecida, por no decir igual a la "Dorada a la sal". ¿Qué cambia? ¡¡¡El ingrediente principal!!! (o una palabra, o un concepto, o dos ideas distintas ¿carne o pescado? O como muchos decíamos de pequeñajos la chichaaaaa!!!!)



La historia de esta receta surge una tarde, semanas atrás, después de comentarle a Manu mi idea de crear un blog. Fue él quien me animó a probar esta receta y otras tantas. La verdad es que lo pospuse bastante, hasta que mira tu por donde, la semana pasada, mientras hacía la compra oí en el Mercadona (ese pequeño santuario donde hago la compra semanalmente...) por megafonía que tenían solomillos... y dije, ¡coño esta es la mía!. Además, mientras paseaba por las estanterías del supermercado, dí con un pequeño tesoro (lo siento pero la sal en otra época muy muy pasada era tan valiosa o más que el oro, y sino que se lo digan a los de Sodoma y Gomera -como decían en "Los Serrano" que se convirtieron en estatuas de sal jaja), y lo que son las cosas, tenían sal marina para hornear, algo que la otra vez que fui a comprar no había visto (no me había fijado vamos). Lo más gracioso de todo, es que si la véis podréis ver que en un costado te da dos recetas: pescado a la sal y solomillo de cerdo a la sal.

La verdad es que en esta segunda lectura, intentando completar y corregir errores (que los habrá, lo siento soy vulgar y humano, y aunque intento evitarlo, mis malas costumbres y haber vivido tantos años en la Costa Marrón dieron sus frutos) me acordé de la anécdota a la hora de comprar el solomillo. Le pregunté a la carnicera que me diera un solomillo de cerdo para hacer a la sal, y la tía me miró como si estuviera loco, y me suelta que eso solo es para el pescado, que cómo iba a meter un solomillo en sal en el horno, que sabría a rayos, y bla bla bla... total que porque me lo comí de la tacada sino se lo llevo... Manda carallo!!!

La verdad es que los pasos son iguales, salvo por una excepción: cuando hice la dorada con sal gorda normal la tuve que mojar para poderla compactar mejor, y con esta sal no me hizo falta, porque viene como húmeda.
Total que me dispuse a sacar de nuevo esa bandeja que viene en mi horno y que como os conté en la anterior ocasión es "contorsionista" -doy fe (y van dos veces, espero que un día no se solapen las esquinas, a ver quién es el majo que luego saca el asado...), y extendí la famosa camita de sal sobre la superficie de la amiga contorsionista en la que reposará nuestro suculento manjar.

Una vez extendida bien la sal, situamos el solomillo, bien centradito.

A continuación, con bastante cuidado cubrimos el solomillo con sal, creando una capa uniforme de aproximadamente un dedo de grosor (veréis que es aproximadamente un kilo y medio largo de sal lo que hace falta, la bolsa que compré de sal marina es de 2kg.).

Y más o menos os puede quedar una cosa así (está dentro aunque no lo parezca jeje). En esta ocasión precalenté un poco el horno mientras iba tapando el solomillo con la sal -además tenía la Sexta viendo a Fernandito Alonso haciendo la remontada del siglo, y no paraba de ir de la cocina al salón jaja.


Como con la dorada, puse el fuego tanto por debajo como el grill del horno y en esta ocasión lo puse a 180ºC y un poco más de tiempo, para evitar que pudiera quedar demasiado crudo.
El tiempo más o menos depende de la temperatura, obviamente, a mayor temperatura menor tiempo. Una vez se os agriete la sal podréis sacar la bandeja del horno. En esta ocasión lo pinché con un tenedor para comprobar que estuviera listo. Por cierto, Manu "COMO HUELE"... Es el típico plato que con solo olerlo despierta muchas sensaciones...

Como el otro día estaba en plan sibarita, me hice unas patatitas al horno, para acompañar el plato, que no creo que tengan mucho misterio: pelar, cortar estilo panadero, un poco de sal y chorrito de aceite de oliva, y todo para el horno.

Este plato no plantea ninguna dificultad, si bien es verdad que debéis de tener cuidado al sacar el solomillo de la sal. Limpiarlo bien para que no os quede la sal pegada y resulte demasiado salado. Y aunque no os lo creáis hasta que lo hagáis, NO ESTÁ SALADO.

Una vez lo hayáis sacado del caparazón de sal, y dejado bien limpito, está listo para servir y emplatar como más gustéis. Yo le puse las patatas que preparé en el horno. Espero que os guste y lo probéis, no se tardan más de 20 minutos en prepararlo y servirlo.
Una cosilla: una vez lo vayáis cortando podréis comprobar como suelta juguillo, como obviamente no me lo comí entero de una "tacada" las patatas fueron absorviendo el juguillo... y por la noche cuando me comí el resto... puffff... eso no tiene nombre... buenísimo...


viernes, 30 de abril de 2010

DORADA A LA SAL (NO AL SOL JAJA)

Desde que creé el blog, tengo una idea bastante clara y que creo que debéis de entender: el que no cocina es porque no quiere, todas las recetas que estoy practicando no requieren más de 15-20 minutos de preparación (y menos de 5 en devorarlas jaja), y son tan fáciles, que hasta que no os pongáis a hacerlo ni os imaginaréis. Creo que ya es hora de perderle ese miedo infundado a meterse en la cocina a algo que no sea rebuscar en la nevera para picotear (deporte sin duda prioritario en este país después del fútbol y el zapping o el tumbing).


En fin, que os presento una receta de las fáciles y que creo sinceramente que debéis de probar, una dorada a la sal. Lo primero y más importante es que esta receta se puede probar con otros pescados o incluso carnes. Para la dorada y otros pescados que es lo que vamos es importante esto: cuando vayáis a la pescadería pedid que no os desescamen la pieza (MOLTO IMPORTANTE) y en algunos casos os dirán que si les sacan las tripillas y demás, si lo hacen por las agallas genial, pero nada de abrir el pescado, que sino la liamos (a mí como me da asco limpiar el pescado pues si lo hacen por mí eso que me ahorro). Aclarado esto vamos al mejunje de la cuestión. Para la sal, en esta ocasión he utilizado sal gorda de la que venden en Mercadona, creo que venden una sal especial para estos casos, pero vamos con la que probé yo genial. Con un kilo y algo más tuve bastante para una pieza pequeña. Haced el cálculo en función de las dimensiones del pescado, daros cuenta que hay que hacer una cama de sal y cubrir por completo la pieza.



Lo primero que hacemos es buscar una bandeja adecuada, yo utilicé la bandeja de mi horno, la típica que suelen venir, pero que no sé porqué se dobla con tanto calor... Una vez elegida la bandeja depositamos la sal, y para que podamos cubrir el pescado y hacer la cama en condiciones mojamos la sal sin pasarnos hasta hacer una especie de masa. Se prepara la cama sobre la que pondremos la dorada como se vé en las fotos, y a continuación la cubrimos con el resto de sal. De medidas de sal, cuánto hay que cubrirla etcétera, no os puedo decir nada porque lo hice a ojo, como siempre han hecho las abuelas y el resultado es IMPRESIONANTE.




Una vez cubierta la dorada con la sal, puse el horno a tope, vamos a 250ºC, y le puse el grill y que diera calor por debajo (supongo que por eso se dobló la bandeja jaja, se aprecia en al foto!!!).



En prácticamente 10-12 minutos esta listo (en mi horno, cada horno es un mundo, como tantas cosas en la vida...). Para que sepáis cuando está listo daros cuenta que la sal se quedará muy muy dura, y puede que hasta se resquebraje el armazón que hemos creado, pero calcular que en función de la temperatura y del horno, en torno a unos 12-15 minutos estará lista.



Ya véis que no se tarda nada en prepararlo y tal vez la tarea más laboriosa de esta receta es abrir el caparazón de sal (por si os da por arrancarlo en plan bestia), que debéis abrirlo con mucho cuidado el ir seccionando el pescado para que no se os cuele la sal.


Pues eá que ya sabéis no se tarda nada y merece la pena, un sabor espectacular, barato, y muy muy rápido.